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INFORME
Publicado en el periódico Contexto No. 17 septiembre de 2008
Víctimas de la impunidad
Por:
Angélica María Cuevas Guarnizo
Mónica María Samudio Valencia
María Fernanda Montoya Rodríguez
El 6 de noviembre de 1985, luego de la toma del M-19 (Movimiento 19 de Abril) al Palacio de Justicia, once personas fueron desaparecidas por agentes públicos después de salir custodiados hasta la Casa de Llorente. Por muchos años no se supo nada de ellos.
Luego de 22 años de ocurridos los hechos y con varios procesos penales que se abrieron y se cerraron, la fiscalía reconoció que hubo “desaparición forzada” por parte de los militares y abrió investigaciones contra los implicados. Este hecho inmortalizado en los titulares de varios medios de comunicación (Semana, El Tiempo, El Espectador) no alcanza a ilustrar la verdadera realidad de una problemática que deja cientos de víctimas silenciadas.
La desaparición forzada, los crímenes extrajudiciales, torturas, violaciones, masacres, expulsiones, traslados forzados, asesinatos y demás agresiones en contra de los Derechos Humanos por parte del Estado, dejaron en Antioquia, entre los años 1998 y 2007: 3.709 víctimas (ver recuadro), que equivaldría a desaparecer a todo el pueblo de Murindó en el Urabá Antioqueño.
El caso Lalinde
Luis Fernando Lalinde, estudiante de Sociología de la Universidad Autónoma Latinoamericana y militante de un partido de oposición, fue torturado y asesinado por el Ejército Nacional el 3 de octubre de 1984 en Jardín-Antioquia. Después de 24 años su madre, Fabiola Lalinde, aún investiga el crimen.
“Usted empieza a encontrar caminos de impunidad: Ellos (la Policía, Generales) te dicen que no saben, no lo conocen, será que se fue con la otra para la costa, por qué no lo busca en la guerrilla”, cuenta Fabiola.
Adriana Arboleda, abogada de la Corporación Jurídica Libertad, afirma que los procesos de denuncias se caracterizan por su alta impunidad que logra superar el 90% -cifra confirmada por Amnistía Internacional en su último informe-. Los casos se quedan en la investigación previa, los crímenes son encubiertos y las comunidades no denuncian, primero porque no tienen pruebas y segundo por temor. “De ser penalizado el crimen, las sanciones son ridículas: 3 o 4 años de cárcel, regaños públicos o suspensiones del cargo”.
Ninguno de los militares implicados en el caso de Luis Fernando Lalinde ha sido judicializado, a pesar de que la ley 589 de 2000 (artículo 11) indica que el Estado tiene la obligación de realizar todas las acciones necesarias tendientes a establecer el paradero de la victima, conocer las razones de su desaparición e informar a sus familiares. “Después de haber encontrado los restos, se demoraron cuatro años para identificarlos, las versiones de los militares eran contradictorias, buscaron la manera de desviar el proceso (…) y a los que estaban más comprometidos los mandaron a hacer cursos en el exterior”, dice Fabiola.
En Colombia existen dos tipos de jurisdicción: ordinaria y penal militar, la primera imparte justicia a todas las personas en general, mientras que la segunda se le aplica a todo sujeto que sea miembro activo del cuerpo militar o policial.
Celia Arizmendy Espinosa, Procuradora Primera Judicial Penal, asegura que los asesinatos perpetrados por miembros de la fuerza pública deberían ser revisados por la justicia ordinaria en vez de la penal militar, donde es normal que se archiven los casos o se exoneren a los culpables. La Justicia Penal Militar está conformada por militares que tiene la tarea de juzgar a sus pares.
“A nivel del departamento creo que hemos avanzado bastante, se logró que el Fiscal General creara una subunidad solo para delitos contra personas protegidas, (periodistas, sindicalistas, líderes comunitarios) y aunque solo hay dos fiscales para todos los casos en Antioquia que son más o menos 600 procesos, el logro es que ahora la autoridad estatal reconoce que sí se comenten crímenes contra la población.”
Las víctimas se hacen sentir
Fabiola Lalinde fue una de las fundadoras de la Asociación de Familiares de Detenidos Desaparecidos de Colombia (ASFADDES) en Medellín, para ella el surgimiento de todas las ONGs (Organizaciones No Gubernamentales), que trabajan por estas víctimas, es una respuesta a la ineficiencia del Estado.
Las ONGs contribuyen a la defensa, promoción y protección de los derechos civiles y políticos, la lucha contra la impunidad y la materialización de la verdad, la justicia y la reparación integral. Dentro de sus mecanismos de acción ofrecen capacitación jurídica y atención psicológica a los afectados.
Tanto las ONGs como los informes de Human Rigth Watch y Amnistía Internacional, entidades que velan por el respeto de los Derechos Humanos en el mundo, coinciden en afirmar que en Colombia los crímenes efectuados por el Estado se encuentran directamente relacionados con el paramilitarismo.
Entre los datos registrados por Amnistía (informe 2008) aparecen al menos 230 homicidios de ciudadanos, entre junio de 2006 y junio de 2007, que se atribuyeron a los paramilitares, ya fuera actuando por su cuenta o en complicidad con las fuerzas de seguridad. Estos abusos contra los Derechos Humanos se presentaron especialmente, en algunas regiones y áreas rurales del Valle del Cauca y Antioquia.
¿Dónde queda la reparación?
Para Fabiola “Las cosas van mucho más allá de la plata, lo que pasa es que el Estado siempre está pensando en eso. Pero dónde queda la dignidad de la gente, lo que hacían, quiénes eran. Mi hijo no era un delincuente”.
Para conseguir la reparación integral los familiares de las víctimas tendrían que denunciar el caso ante las entidades encargadas (Personería, Defensoría, Procuraduría, Fiscalía) que están obligadas a promover, vigilar y defender los derechos humanos en Colombia.
Un funcionario de la Defensoría del Pueblo afirma que “es muy difícil llegar a la reparación porque la justicia es demasiado lenta, la defensoría no tiene muchos recursos para trabajar pues a ningún gobierno le gusta que le destapen esas ollas. Si se quisiera ser transparente se apoyarían los órganos de control con recurso humano calificado, recurso técnico y con un alto presupuesto para que las investigaciones lleguen a su fin, cosa que aquí no ocurre”.
El Colectivo de Abogados “José Alvear Restrepo” explica que la reparación va más allá de lo económico. Es más importante saber la verdad de lo ocurrido: encontrar los restos del desaparecido, conocer a los autores materiales e intelectuales del asesinato, devolver el territorio robado en condiciones dignas y de seguridad y garantizar que las violaciones no van a volver a repetirse.